Dentro de sus miércoles alternativos, Cultura UDG ofreció un dúo musical para el público tapatío.
Las bandas: contrapuntos latinoamericanos, colindaron en ondas de sonido y energía dentro del íntimo Teatro Vivian Blumenthal.
A pesar de que el lugar sigue el formato de un teatro tradicional, la convivencia que se dio durante la noche del 27 fue muy familiar. Se fue llenando poco a poco hasta que ya no cupo más gente en la cápsula de tiempo que se encierra en la subtierra del teatro.
El nombre “Kanaku y el Tigre” se proyectó al fondo del escenario, dando pie a lo que venía a presentarse desde Perú. Con su ejército de cinco soldados, la banda de folk psicodélico comenzó y llenó de texturas y formas el aire que los separaba del público.
El vocalista, con paso vacilante, tomaba el micrófono cubriéndolo enteramente con su mano, sacudiéndolo conforme su cuerpo se moviera arriba y abajo del escenario. Varió entre voz y armónica en diferentes momentos de la noche, presentando con diversión sus canciones que hablaban de todo y de nada.
Con dos guitarras, la atmósfera se volvió de metal líquido, fundiéndose con el bajo que lo engatuzaba con las estructuras temporales. Mientras que la batería era potente, con golpe firme que no dudaba con cortar el material acuoso de la melodía.
Entre la música se sentía que se estaba en un mantra, repitiéndose en patrones y profundidades; hasta que se salía del caparazón con ánimos de despertar: de no quedarse con las ganas de cantar “caracol” con los peruanos de la noche.
Después de un breve intermedio, la banda tapatía -amada por sus paisanos- se levantó de sus butacas desde las que habían aplaudido a Kanaku y el Tigre. Cada quien tomó su lugar detrás de un tom de batería, de una guitarra, de micrófonos… Con una alineación distinta en la correlación de instrumentos hicieron lo que tanto nos sorprende: mostraron la versatilidad y talento multi-instrumentista de cada uno de los integrantes.
Pámpanos de Río fue la canción con la que abrieron, rodeando el lugar con golpes de los toms que se encontraban en todos los rincones del escenario: dando la sensación de estar en el centro de un ritual tribal. Así avanzaron en la oscura escena, pintándola de diferentes colores con sus coros armónicos, sus riffs de guitarra que tocan metal, que tocan cuerdas árabes; y su increíble y multiplicada percusión. La cual es sólo una de las funciones del fabuloso Federico, que acompaña con coros, y miles de artefactos que lo rodean en su booth de baterista.
Pumcayó es una de esas bandas que esperas ver para darle una explicación visual a la experiencia sonora de su mezcla de sonidos y texturas que se vive con sus grabaciones de estudio. Y resulta un acontecimiento digno de repetición y recuerdo.
El escenario subterráneo del Vivian Blumenthal no pudo contener la energía de Pumcayó y esque los cinco músicos pareen niños con plastilina cuando están sobre él. Moldeando, deshaciendo, recreando… a fin de cuentas divirtiéndose.
Después del recorrido por el álbum homónimo de la banda que acaba de tocar en el Vive Latino, Pumcayó firmó la noche con una canción 100% acústica: Ballenas, y cerró con broche de oro una noche de catarsis.